Primavera de 1925. En una suite del hotel Crillon de París se cierra la mayor estafa conocida del siglo XX. ¡Un hombre es capaz de vender la Torre Eiffel! El 11 de marzo de 1947, ese mismo hombre muere en el centro médico para prisioneros federales del condado de Greene, Misuri, Estados Unidos. El oficial de turno, al llegar el momento de rellenar el certificado de defunción, lo define para la posteridad como ‘aprendiz de vendedor’. Su nombre es Víctor Lustig. Su alias más conocido, el conde Von Lustig: ¡el mayor estafador del siglo! Kikí, una meretriz ingeniosa, embaucadora e iniciadora de Víctor en toda clase de artes desde su llegada a París nos da la bienvenida y nos presenta al conde para, entre los dos, desgranar las andanzas más audaces que sumieron a Víctor en un carrusel vital tan increíble como cierto… O tal vez no. Y todo ello contado, como una especie de embudo vital, para desembocar en el gran golpe que le haría pasar a la posteridad: París. Víctor lee un periódico ¡Eureka! Lustig ha visto la oportunidad, solo le queda diseñar el anzuelo, elegir bien la víctima, el engaño y el momento…
Los Absurdos Teatro nacemos hace ya 13 años con apenas nada. Ni ropa, siquiera. Con ‘Desnudo, nadie es perfecto’ iniciamos un viaje incierto en busca de una voz propia, una voz que nos diferenciara y definiera y que se ha ido materializando en ‘el sello Absurdo’.
Montajes ágiles con puestas en escena limpias y precisas que sustentan textos propios que dibujan nuestro propio universo.
Un universo teñido de humor sobre un fondo muy serio, que nos lleva a tocar, siempre con y desde la ironía, algunos de los temas que más nos preocupan y ocupan: la estupidez, la injusticia, la incongruencia, la sinrazón… el absurdo de este mundo que va a trompicones y codazos, pero que a pesar de todo es apasionante.
Amamos la palabra, tanto en su forma como en su fondo. Una palabra que cuidamos y mimamos jugando con ella en conversaciones rapidísimas que se entrecruzan con los pensamientos del mismo modo que en la propia vida, sin pedir permiso. De igual modo que hacemos cruzar en los libretos la prosa y el verso, con un simple cambio de renglón. Con la misma facilidad que hacemos aparecer y desaparecer la cuarta pared, con un simple guiño.
Nuestro reto es mostrar dramas sin caer en dramatismos; plantear dudas sin imponer soluciones; sacar sonrisas sin buscarlas.
Patricia y Alfonso