Absurd@s, como ya os anunciamos, vuelve por fin tras la pandemia, La bombonera de don Cándido, un espectáculo itinerante por los entresijos del Teatro Lara, con sello absurdo.

Tenéis 5 únicas oportunidades a partir del 10 de octubre

Ahí lo dejamos…

¿a quién se le ocurre hacer un teatro en barrio excéntrico, de acceso difícil, sin tranvías próximos y entre callejuelas angostas y poco simpáticas? Va al fracaso seguro, por meterse donde no le llaman”.

Así lo vaticinó en su crónica un redactor del diario ABC el día del estreno, y se quedó tan ancho. Ignoro la valía del periodista, pero desde luego dotes para la adivinación no tenía…  Y es que la Bombonera de Don Cándido Lara sigue levantando el telón cada día desde que lo hiciera por primera vez un 3 de septiembre de 1880.

Y son ya ciento treinta y ocho años de aplausos corriendo calle abajo por la corredera de San Pablo; ciento treinta y nueve años latiendo en los actores, directores, sastres, regidores y aquel señor bajito que siempre andaba apuntando; ciento treinta y nueve años de encuentros trasnochados, de comedias hilarantes, de mil dramas sufridos por actores bien amados; butacas, candilejas, tramoyas, decorados…  Ciento treinta y nueve años en los que se funden lo vivido y lo soñado, lo aplaudido y lo pitado, lo real con lo falsario. En definitiva, ciento treinta y nueve años de uno de esos lugares míticos por mágicos, en los que el tiempo se mide sin futuro y sin pasado, detenido en el presente que se está representando.

 Y hoy se abren las puertas para contar la historia de este espacio, el caleidoscópico retrato de un teatro  que soñó aquel audaz empresario que respondía al nombre de Cándido. Y ustedes están invitados cual si fueran la claque de antaño, aquellos jornaleros del aplauso que arrancaban los vítores de un público entregado.

 Recorreremos con ustedes la zona noble con su palco y su saloncito; el parnasillo donde los autores peleaban sus escritos, y el olor a maquillaje de los camerinos. La tramoya, los retales de telones, los angostos pasillos… Y, a lo mejor, hasta vemos un fantasma y un furtivo pasadizo que hoy conduce a ningún sitio. Y saldremos al final del laberinto al escenario, donde, desde hace ciento treinta y ocho años, todo brilla con más brillo.

  • Fotografía: Lucía Romero de Segovia

ENTRADAS YA A LA VENTA