Y he aquí la historia de cómo fuimos confundidos -no ya por gigantes, amigo Sancho- si no por un artista de poca fama, que a nosotros no nos sonaba de nada…
Os situamos:
Día de feria en una localidad de la Mancha. Las cinco en punto de una tarde de esas de calor, calor, lo que se dice calor a mansalva.
Por un lado, tres pollos asados – osease, nosotros- llegábamos en la absurneta soñando con estirar las patas y echar un trago de agua. Al otro lado de la escena, un técnico de sala que supuestamente está esperándonos para abrirnos el teatro, pero que por mucho que insistimos no responde a nuestras llamadas. Y de fondo, todas las calles que nos rodean cerradas al tráfico y selladas por un cordón policial a base de cintas, candados y vallas.
Se lo juro, jamás habíamos deseado tanto ni que nos atendiera un técnico de sala, ni empezar de una maldita vez la descarga. Primera vuelta al pueblo buscando una posible entrada… nada; segundo intento… nada de nada; tercer intento… de pronto, de entre los árboles aparece un guardia.
- Señor agente, por favor, ¿podría abrirnos la valla?, le decimos.
- Cómo no, responde, ¿son los artistas, verdad?
- Eso dicen -respondemos con una sonrisa falsa-. ¿Nos puede indicar dónde está el teatro?
- Pos claro, muy fácil, tiran todo palante y ahí lo tienen, y ya enfrente mismo tienen ustedes el templete.
- ¿el templete?
- El templete, el templete, allí están todos ya esperándoles.
Nos abre la valla, pasamos con la furgoneta entre la gente y los puestos de feria. Nos detenemos frente a una tómbola improvisada y vemos, con euforia, que es ¡la puerta del teatro! Ahí nos dividimos cual si fuéramos unas máquinas perfectamente programadas para salvar cualquier dificultad. Cual si fuéramos el equipo A de la resolución de problemas, los boinas verdes de la solución de imprevistos.
Una que se pone a dar palique al guardia que abre la valla, el otro que se afana en llamar al técnico de sala que sigue sin contestar nuestras llamadas, y el tercero, pegado a la absurneta, ve que se acerca un tipo con pinta de ser quien manda.
- buenas tardes
- a las buenas
- pues aquí estamos
- pues ala, al templete.
Joder con el templete, qué perra -farfulla el absurdo-, pero es tan cortés que, aunque no entienda nada, le dice que va para allá, aunque no sabe muy bien a qué. El hombre balbucea algo. El absurdo no le entiende. Pero le dice que sí -al fin y al cabo es el que manda-. Al llegar a la plaza que da acceso al templete detiene la absurneta, el jefe le dice que avance y él que para qué, que la entrada del teatro está detrás y lo primero que hay que hacer es la descarga.
- qué descarga, si tampoco traeréis casi ná.
- Hombre, tanto como nada…
- Pues acerca la furgo al templete.
Lo del templete empieza a sonar ya a guasa. En esto que la absurda llega y entra en la conversación, el gran ‘jefe’ entonces dice:
- ¡qué buen templete tenemos!
La absurda mira al absurdo. El absurdo mira a la absurda. Se miran. No entienden nada.
- sí, sí, muy bueno
- No os quejaréis de sitio para actuar.
- ¿¿¿¿Cómo????
- ¿de qué templete habláis? -dice Víctor, que también se acerca sin haber conseguido dar con el técnico de sala-
- Pues ese (señalándolo).
A los tres absurdos les cambia la cara. Un templete ampliado con una carpa, ruido atronador, niños corriendo, el sol cayendo de pleno… El ‘jefe’ ve que algo no cuadra y que los tres absurdos están a punto de sufrir una lipotimia y pregunta:
- ¿Este también viene con vosotros?
- Sí, es Víctor, el técnico.
- Joder, pues sí que venís gente
- No tantos…
- si a mí me da igual, hay sitio para todos, que el templete es grande.
- Qué templete, vuelve a preguntar Víctor
- Pues ese, dice el jefe señalando…Pero ¿quién de vosotros es?
- Quién es quién
- Pues Canela
- ¿¿eh???
- Canela, Dj Canela
¿Dj Canela? Los absurdos estábamos que nos subíamos por las ramas y si antes entendíamos poco, en ese momento ya no entendíamos nada. Cruces de llamadas con Paz, la distribuidora absurda, que obviamente tampoco entendía nada. Y cuando estábamos a punto de soltar alguna lágrima, por fin aparece al fondo el técnico de sala terminándose un bocata.
- pero qué hacéis, que tendríais que estar haciendo ya la descarga.
- como no respondías a las llamadas…
- porque estaba con el bocata
- pues aquí estamos, yendo al templete, dice Víctor
- pero qué templete ni que templete, dice el técnico de sala
- pues ese, decimos señalando.
- No, hombre no, ahí va Canela, en qué cabeza cabe… anda, tirad pa la sala.
El ‘jefe’ nos mira con cara de haberle hecho perder mucho el tiempo y nos da la espalda. Y a nosotros se nos ilumina la cara. El técnico nos abre por fin la sala, respiramos aliviados y le pedimos 10 minutos antes de hacer la descarga, que a la salud del tal Canela nos merecíamos una caña.
Ayyyy..los ‘técnicos’ de ‘templete’..en horas de bocata..Ay..’Válgamelseñol’…Una función para recordar, seguro, como siempre, ..grandes absurdos!
jjaajaa
Es que el bocata es sagrado!! 😂😂😂