Nuestra cara lo dice todo.

Nosotros, que criticamos a la gente que habla y habla y cuenta y dice y no dice nada, hemos sido sorprendidos ante un ente que ha hablado de nosotros y ha hablado bien, paradójicamente.

Se trata de un individuo con entidad propia llamado Víctor Gómez Pino y escribe esto sobre A protestar a la Gran Vía: 

«Una obra trepidante de principio a fin, con un ritmo vertiginoso,  frenético, dejándolo todo en cada historia. Desde la cola en el museo del Louvre de París, hasta la Torre Eiffel. Una pareja pidiendo en la calle, hasta una loca y divertida centralita de teléfono, donde se desdoblan de una manera maravillosa en varios personajes. Situaciones absurdas, cotidianas, contada de una manera brillante, que no te dejará indiferente. Un dúo compenetrado, rápido, trabajado, que transmite en el escenario, enganchando una frase con otra, dejándolo todo en cada instante, sin darte un respiro». 

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