Como buenos titiriteros que somos, nada nos hace más felices que abrir nuevas plazas y comprobar que las plazas ya abiertas son territorio absurdo conquistado.

Un día de función fuera de Madrid -donde se encuentra la residencia absurda- significa levantarse a las 6 de la mañana, ir a buscar la furgoneta, cargarla, viajar hacia la ciudad donde se va a celebrar el bolo absurdo, pasar el día entero montando en el teatro, hacer la función, desmontar, volver a cargar la furgo y viaje de vuelta a Madrid en el mismo día o al día siguiente (según cercanía) para volver a descargar la furgoneta.

Por supuesto, no mencionamos el trabajo previo de negociaciones, contratos, altas en la Seguridad Social, promoción del bolo absurdo, adelantar los dineros de dietas, peajes, gasolinas, hoteles… y demás cuestiones de papeleos en los que no nos vamos a detener.

Pero todo eso, que es la vida real de una compañía teatral cualquiera, se olvida cuando se apagan las luces de sala y comienza la función.

Este fin de semana se nos ha olvidado el cansancio con el público de Valdemoro, totalmente entregado a la causa de nuestro partido político.

¿Y qué decir de Salamanca? Nos han vuelto a llenar El Liceo. El público salmantino respiraba con nosotros y nosotros con ellos. Se puede decir que hicimos la función entre todos. Fue tan absurdamente bonito… que cada vez, nos sentimos más salmantinos porque Salamanca es muy absurda.

Sólo podemos decir que estamos absurdamente agradecidos. ¡Seguimos!

JUEVES EN TEATRO LARA. CONSIGUE AQUÍ TU ENTRADA ABSURDA.