Ayer vivimos un día mágico en la Bombonera de Don Cándido, más conocida como Teatro Lara.

Tuvimos el inmenso honor de ser los anfitriones por un día y abrir las puertas del Lara por primera vez en su historia en un recorrido por sus rincones ocultos, que preparamos con todo nuestro amor por el teatro, y en especial, por este teatro.

La ocasión la pintaron calva: había que presentar el libro La historia del Lara, escrito por Antonio Castro, cronista de la Villa, con la colaboración de la Fundación Lara.  Y Antonio Fuentes, un hombre mucho más de teatro de lo que él mismo se cree y con una mirada limpia y bonita del mundo, una vez más, demostró su confianza en nosotros dándonos esta oportunidad y dejándonos hacer.

Fue una tarde entrañable y mágica por lo especial de la cita, por tantas caras amigas y por tener la oportunidad de actuar frente a esos actores de teatro «de toda la vida». Ana María Vidal, Manuel Galiana, Angel Fernández Montesinos y tantos otros y tantas…

No queremos olvidarnos del equipazo del Lara. Una vez más nos han vuelto a demostrar todos y cada uno de ellos, que son grandes profesionales con una calidad humana insuperable y que están siempre «todos a una como Fuenteovejuna». A todos os queremos y estamos orgullosos de poder decir que nos sentimos parte de vuestra pequeña familia. Gracias por volcaros tanto con nosotros en todo lo que hacemos.

Saray, por andar siempre en la sombra cuidándonos; David, por estar siempre; Manolo, por tu manera de ver el mundo tan bonita.

Y un último agradecimiento, al Centro Dramático Nacional por acudir raudos a la llamada absurda y dejarnos todo cuanto les pedimos y vestirnos tan guapos.

En fin, sin palabras y con los ojos todavía empañados, os damos las gracias a todos: a los que colaborasteis, a los que vinisteis y a los que nos escribisteis o llamasteis ayer con vuestros mejores deseos.

Ni qué decir tiene que la foto es de nuestro absurdo, Manolo Pavón. Otro ejemplo de lo que nosotros llamamos un pavonazo.

Y como nos despedimos ayer:

«Vengan al Lara hoy mismo

que mientras quede en pie de éstas una sola butaca

aunque ustedes no sean monarcas

éste será para siempre

su real sitio».