Tristeza infinita. Infinita tristeza, eso es lo que tengo ahora mismo. Supongo que cuando se va alguien a quien has admirado, al que has querido sin conocer en persona, al que has imitado sin permiso -pero con todo el respeto del mundo-, al que te has intentado parecer sin que se notara… sea normal que aflore este sentimiento sin más. Poco tengo que añadir de un grandísimo maestro, Daniel, un genio de lo sencillo. Si tuviera que decir -en algún momento me han preguntado- quiénes son mis referentes en esto de las tablas, cualquiera que me conozca sabe que Les Luthiers están -con Monty python, Faemino y Cansado y alguno más- a la cabeza. Y cualquiera con el que haya hablado sabe que de entre todos -los Carlos, Marcos o Jorge- había uno que, para mí, no tenía parangón: Daniel Rabinovich. Y se ha ido. Y me da muchísima pena, tanta como para escribir tan quebradamente como me permite el sentimiento ahora mismo.
Ayer se fue Lina Morgan (grandísima) y lo sentí como la pérdida de algo que forma parte de un universo común de mi generación y de otras cuantas generaciones, hoy se va Daniel y lo siento como algo que forma parte de mi persona, por encima de generaciones. Qué putada es la muerte. Un abrazo muy fuerte, amigo!
He aquí una pequeña muestra de su talento para esto de hacer reír. Alfonso Mendiguchía.

https://www.youtube.com/watch?v=9MPAChXJmDM