Ayer, sin saber muy bien por qué, metí un libro de José Luis Sampedro en el bolso pequeño de mi bolsa de danza para, entre clase y clase, zambullirme en sus palabras. Hoy me he enterado de la triste noticia de su fallecimiento (prometo no volver a meter libros de escritores de más de 90 años vivos en mi bolsa, por si las “flies”). Supongo que sea una de esas pequeñas casualidades de la vida. O el destino, o el azar o qué sé yo.
Lo que sí sé es que debería hacerse un museo donde se guardasen y se custodiasen todas sus palabras -las dichas, las escritas y hasta las pensadas- igual que se custodian las joyas de la corona en la Torre de Londres.
Palabras de una F mayúscula sin desperdicio. Palabras claras y profundas como un pozo de sabiduría donde uno puede bucear para intentar encontrar un sentido a estos días cada vez más turbios. José Luis decía que él con Grecia ya tenía bastante. Los griegos, cuando tenían algún conflicto y no sabían qué decisión tomar, acudían a los oráculos para encontrar una respuesta. El oráculo solía ser una mujer que, en estado de trance (me gusta un trance una “jartá”) daba la respuesta.
Pero esta respuesta siempre se mostraba ambigua, dejando en manos del indeciso el camino a tomar. Yo, que soy menos de Grecia, leo a José Luis Sampedro y lo devoro como si fuera mi propio oráculo. Un oráculo sin más trance que la vasta sabiduría de “un hombre de ciencias por formación y de letras por vocación”. Un oráculo con la mirada preclara de quien sabe observar, vivir y retratar su tiempo. Un oráculo que, lejos de ser ambiguo, tenía –tiene- el pulso suficiente para expresar desde la humildad sus ideas con una claridad aplastante y la facultad de imprimir una recarga de esperanza, de lucha y de vitalidad.
Viendo esta ‘seudo-democracia’ cada vez más podrida, quizá habría que volver la vista sobre los griegos para entender de dónde y con qué fin nació la democracia. Quizá. Y ojalá nuestros dirigentes tuviesen la humildad de hacer caso de este oráculo que hemos tenido la suerte de tener con nosotros 96 años.
Un ‘casi centenario’ eterno gracias a sus libros, a sus entrevistas, a sus clases, a sus discursos y a ese amor que tenía por la vida. AMOR con mayúsculas. No el amor ‘sexual ese’ como decía… Mientras espero que esta utopía se cumpla, me quedo con estas palabras: “se puede ser más libre con el pensamiento dentro de un calabozo, que ser comprado como primer ministro de un tirano importante con esa labor”.
Deseo que hayas tenido la muerte tan plácida que deseabas para ser un río que entra en el mar de la eternidad.
Hasta siempre José Luis.
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#SOYABSURDO: DEMENTE QUE APUESTA POR EL CAMINO CURVO.
LOS ABSURDOS TEATRO nace a principios de 2010 casi de casualidad, casi de puntillas, casi sin darnos cuenta y sin casi nada, ni siquiera ropa. ‘Desnudo, nadie es perfecto’, pre-estrenado en Madrid y estrenado oficialmente en el teatro Zorrilla de Valladolid, supone el inicio de un viaje incierto, desconocido y despojado de casi todo, pero que nos lleva a levantar el telón casi 400 veces.
400 funciones que, como aquellos 400 golpes para Truffaut, nos incitan irremediablemente a seguir caminando por donde apenas hay vereda, a sembrar donde apenas hay campo, a buscar donde apenas se ve y, sobre todo, a luchar –luchar mucho- de cuando en cuando contra gigantes, de cuando en cuando contra molinos. Algunas veces –las menos- con una mirada preclara de los pasos a seguir y otras –las más- siguiendo la más elemental de las herramientas para aprender: equivocarse.
Y en esa odisea por el abrupto sendero de la equivocación, además de una buena cosecha de pasos en falso, creemos haber encontrado algunas pepitas de oro que son la brújula de nuestro trabajo.
Una puesta en escena limpia y precisa, con los elementos justos y necesarios para hacer montajes muy ágiles, rápidos, en los que las conversaciones y los pensamientos se cruzan del mismo modo en que se cruzan por la vida, sin pedir permiso. Del mismo modo en que se cruzan en un folio la prosa y el verso, con un simple cambio de renglón. Del mismo modo en que la cuarta pared aparece y desaparece y los personajes se abrazan y distancian del público, con un simple guiño.
Y todo esto lo pretendemos hacer a través de nuestro imaginario, de nuestra visión expresada en nuestras propias palabras. Textos propios que conforman nuestro propio universo. Un universo que nos lleva a buscar en cada montaje –quizá de forma necia, pero siempre divertida- la lente de aumento más adecuada a nuestra mirada autocrítica con el fin de encontrar el famoso punto sobre la i. Y así nos hemos visto colocando el punto sobre la i de la incongruencia (diosa absurda donde las haya); sobre la i de la idiotez (el virus más mortífero y contagioso que jamás haya existido); sobre la i de la injusticia (ese gran mantra que está en la base de este maltrecho mundo); sobre la i de la incompetencia (en la que posiblemente hayamos caído varias veces).
Nuestro auténtico reto es mostrar dramas sin caer en dramatismos; plantear dudas sin imponer soluciones; sacar sonrisas sin buscarlas. En definitiva, buscamos que la gente se divierta y que además piense y se emocione y reflexione y al tiempo se abandone y simplemente disfrute. Y que, además, nos quieran. Mucho, que nos quieran mucho. Y los programadores que nos contraten. Mucho, que nos contraten mucho.
En total, Los absurdos teatro somos una compañía que cuenta con una vida de 10 años y más de 2000 representaciones.
Seis montajes de sala para adultos, dos infantiles, además de varios montajes de dinamización de lugares patrimoniales y un buen número de propuestas ‘de calle’.
Sin más, ¡Bienvenidos, absurdos!
Alfonso y Patricia
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